Aquí está la primera parte
En aquellos días, conocí a varios compañeros que compartíamos el gusto por la música de Metal y el Hair Rock de los 80s. Acepto que también escuchaba Timbiriche y el a veces nefasto “Rock en tu idioma” porque era lo que se escuchaba en las disco y en las noches coloniales 😉 Pero a mi me gustaba más escuchar Iron Maiden, Slayer, Bon Jovi, Mötley Crüe, Mercyful Fate y cosas de ese estilo.
En el último año de mi preparatoria, la ansiedad, las hormonas y las novedades que vive casi cualquier persona alrededor de sus 17 años hicieron que estuviera más indolente que de costumbre. En plena clase de Física con el profesor Damián empecé a tararear la canción de “Dead or alive” de Bon Jovi que, por cierto, daba un concierto en Monterrey o en alguna ciudad del país. El profesor me miraba de reojo pero seguía dando su clase haciendo un esfuerzo por ignorarme.
Mi salón era el único que contaba con 2 titulares y no fue precisamente por nuestra avidez de conocimientos. El primer titular llego a llorar frente a nosotros desesperado e impotente por las travesuras que se nos ocurrían. Fue por eso y otros detalles que asignaron un segundo titular. Podrán imaginarse lo difícil que era poder dar clase ahí si no te dabas a respetar.
Mis compañeros me hicieron coro y llego un momento que nos descaramos cantando buscando que el profesor saliera de su mutismo e hiciera algo al respecto. Ellos cantaban “I’m waaanteed” y yo prácticamente gritaba “Waaaaanteeeed” y entre todos “Dead or aliveeee” En ese instante, cual ninja esquivando una embestida, el profesor se volteó y dirigiéndome sus ojos inyectados con sangre y lágrimas me gritó “¡Rodrigo! Te sales y te vas directo con tu preceptor. No quiero volverte a ver en mi clase”
Me salí del salón fingiendo molestia y moviendo la cabeza de un lado a otro en desaprobación. Damián extrañado por mi reacción ya más calmado me preguntó “¿Qué pasa? ¿Qué es lo que no te parece?” – Entonces le contesté – “No Damián, te pasas. Tú no tienes nada qué hacer aquí si no comprendes a los jóvenes” – Cerré la puerta detrás de mi al salir.
Mi preceptor estaba fuera de las instalaciones por lo que entré al salón al terminar la clase de física. Minutos después de comenzar la clase siguiente, entró la secretaria del director que, como todos los días, preguntó por un par de alumnos en la lista de confesiones. ¡Sí! Todos los días podías confesar tus pecados cortesía del sacerdote de planta en la UP. En fin, por la mañana me apunté como cada tercer día; no para confesarme, sino para poder salir a la cafetería y comerme una deliciosa queca y una coca. Hacíamos tiempo un rato en el baño para que salieran más compañeros y luego nos íbamos a la cafetería.
Precisamente este día, cuando 4 compañeros estábamos por tomar camino hacia la degustación de las quecas, el director de la preparatoria nos detuvo para preguntar a dónde nos dirigíamos. Casi al unísono contestamos que a confesarnos pero que no encontrábamos al “padre”. Tres años en esa escuela, saliendo al menos 5 veces al mes con el pretexto de confesarme y no sabía dónde era el confesionario.
El director nos indicó que había ido al sanitario pero que lo encontraríamos en su oficina. “¿El sacerdote tiene oficina?”, me pregunté un tanto sorprendido. En fin, nos dirigimos a sus aposentos de trabajo, mismos que estaban al final de un área tipo laberinto con una sola entrada y salida. Llegamos al lugar designado donde era evidente que pertenecía al sacerdote: crucifijo de madera en la pared, biblias, libros de teología dogmática, cuadro de la virgen, etc.

El hombre no estaba ahí por lo que nos dirigimos en silencio y con cara de consternación a la salida. Ya estábamos saboreando esas quecas cuando nos encontramos al sacerdote. – “Va saliendo uno por uno por favor. El resto tome asiento en esta oficina.”- Nos dijo de manera burlona el cabrón. El tipo sabía lo que pasaba y decidió atraparnos ahí. No me pareció tan malo porque nos estaba encubriendo así que en lo que tocaba mi turno pensé en qué “confesarle”
Estaba un tanto nervioso porque la última vez que me confesé fue antes de mi «primera comunión» – que para esas fechas fue también la última. – Estaba sentado en una banca de madera a espaldas de una pared y me senté a la izquierda del hombre, guardando la distancia entre él y yo para poder girar y dirigirme directamente a él. Sin embargo, él se acercó a mi, cruzó su pierna derecha sobre la izquierda. Posó una mano sobre mi pierna derecha y me extendió una tarjeta enmicada pidiéndome – “por favor dime cuántas, cómo y con quién lo hiciste”
Yo tenía pensado decirle que me había robado una coca cola de un supermercado, así que me dispuse a buscar el “pecado” en la tarjeta que me dio. Fui leyendo cada línea pensando que pertenecían a los mandamientos. No recuerdo exactamente cuáles eran, pero sí recuerdo el contenido:
- Tocamientos
- Miradas lascivas (incluyendo partes privadas)
- Masturbación (de pensamiento y de obra)
- Observación de pornografía
- Besos impuros
- Relaciones sexuales
Eran entre 15 y 20 líneas pero en ninguna parte encontré robo o algo parecido. Seguramente notó mi extrañeza y acariciando mi pierna me dijo – “no tengas pena, todos han tenido alguna vez tentaciones y es normal que tenerlas a tu edad.” – Bueno, ¿este pendejo cree que sólo pensamos en sexo? Ok, sí, pero ¿qué pasa con faltar al respeto a los padres, con mentir, con robar, con amar a Dios, etc.? Molesto por la situación en la que me puso el sacerdote inventé lo primero que me vino a la mente.
“Tengo una vecina la cual espío cuando se baña. Varias veces me ha cachado pero no me reclama, se sigue bañando. Yo creo que le gusta que la vea” – Le dije fingiendo sentir vergüenza al contarlo.
“¿Es ella mayor que tú?” – me preguntó con voz conciliadora. –
“No padre, ella debe tener unos 12 años” – contesté fingiendo más acongojo. De hecho era real que tenía una vecina de 12 años pero no había forma de ver su baño ya que vivía en el piso de abajo. Sólo se me ocurrió para ver si me regañaba o explotaba al saber de mi “crimen”.
“¿Bueno y cuántas veces ha pasado esto? ¿Solamente la ves o te masturbas mientras la estás viendo? ¿Qué sientes? ¿Qué piensas?” – me preguntó, un tanto ansioso y sorprendido.
“Sí padre, mientras la veo me masturbo y me imagino su cuerpo” Se lo dije sin dejo de vergüenza, hasta enérgico y en forma de que no tuviera duda de lo que le decía.
“¿Ha pasado algo más? ¿La has besado o tenido relaciones con ella?” – me preguntaba con asombro. Su mano en mi pierna me daba palmaditas como si quisiera darme ánimos. Me sentí como cuando mi hermano me preguntaba si había pasado algo con la niña que recién había conocido en una fiesta. No cabía en mi de la indignación. Parecía que le estaba contando el chisme del año y lo peor, que parecía encantado con lo que le decía.
Seguramente percibió que por dentro le estaba mentando la madre o que realmente no tenía vergüenza de lo que le estaba contando y cambió completamente su tono. “Hijo, eso que haces no está bien. Bla bla bla bla” Me echó un sermón por demás aburrido y vacío. Nada que realmente me hubiera persuadido de dejar de hacerlo si es que fuera verdad. Además, aunque lo miraba a los ojos no le ponía atención. En mi mente revoloteaba la imagen de este cabrón confesando a una niña del Yaocalli, la preparatoria para mujeres de la misma Universidad Panamericana.
Esta niña la había conocido en una Noche colonial. No recuerdo su nombre, pero su ternura y candidez junto con unos ojos azules enormes y preciosos me habían hecho fantasear con hacerla mi novia. Ahora pensaba que este desgraciado estaría fantaseando con ella mientras confesaba que había tenido pensamientos o besos impuros con su novio.
Me recetó no sé cuántos padres nuestros y aves Marías. Me valió madres su pendejo sermoncito y su ínfima penitencia. Podría ser un violador en potencia y este cabrón me dice al final – “Recuerda confesarte si vuelves a caer en la tentación o si haces algo más que pensar cosas impuras con ella” – ¡Hijo de la chingada! Se había quedado picado. En verdad quería que le sirviera de entretenimiento para su patética vida.
Ya no fui por las añoradas quecas porque me interceptó mi preceptor. – “Rodrigo, tú y yo necesitamos hablar de lo que pasó en clase de Física”- me dijo con tono conciliador, tal vez para que no me freakeara. Lo seguí a su oficina y nos sentamos para platicar lo que había pasado en la clase anterior. Me dijo que era una falta de respeto lo que había hecho con el profesor y de que ese liderazgo que había hecho que el resto de mis compañeros me hicieran “segunda” con los coros, podría aprovecharlo para algo bueno y productivo. Este hombre era honorable y aunque enérgico, recuerdo que si tenía cerebro y además lo usaba para el bien.
Le expliqué “Bon Jovi venía a México y estaba eufórico porque no lo iba a ver y que alguna vez el profesor Damián lo había mencionado en su clase. Quería que supiera que también me gustaba Bon Jovi pero en vez de notarlo, él me ignoró y se hizo el que no escuchaba. El resto se dio espontáneamente y me dejé llevar. -” La neta es que me encabronó que, en vez de ejercer su autoridad, Damián se hizo güey y pensó que me iba a callar. Pero eso es ya secundario. El preceptor me ordenó pedirle disculpas al profesor y que sólo así podría regresar a su clase. Asentí con él y le pedí 5 minutos más de su tiempo. Necesitaba reportarle lo que acaba de suceder con el «siervo bastardo» de Dios que me confesó.
Platiqué con lujo de detalle lo sucedido con el sacerdote, mi indignación por la situación y más porque él era quien confesaba a las niñas del Yaocalli. Me daba más coraje porque la mayoría eran unas niñas con el corazón y los sentimientos a flor de piel. Tiernas, inocentes y distintas a las niñas que había conocido en fiestas con mis amigos y que eran de otros colegios. Entonces me imaginaba a este lobo maldito comiendo ovejas y fantaseando con lo que estas niñas le confesaran.
El preceptor me escuchó atento y me dejo terminar mi narración sin interrumpir. Confieso que me sentí mejor porque desahogué aderezando lo sucedido con groserías y exagerando lo que había pasado. Sobre todo para que tomaran acción al respecto. Sin embargo, él tranquilamente me preguntó: “Rodrigo, tú no crees en Dios ni en la iglesia ni en nada divino. ¿Cierto?” – el tono solemne de su voz y la pregunta tan directa que, hasta ese día, nadie me había planteado así me hizo bajar la guardia. “No profesor, nunca alguien ha satisfecho mis cuestionamientos y aquí me siento perdido en la clase de teología dogmática” – Contesté sinceramente y con tristeza.
“Eso lo entiendo, todos tenemos nuestras dudas. Pero no por eso debes atacar y burlarte de aquellos que no están de acuerdo contigo” – me dijo sin quitar su mirada de mi. – “Lo que pasó con el sacerdote puede ser malinterpretado y no me dejarás mentir de que, lo que me dijiste, no pasó tal cual me lo estás contando.” – Quise protestar pero su voz apagó la mía – “Conozco al padre y no sería capaz de abrazarte y alegrarse mientras te confesabas con él” – ooops creo que había exagerado en agregar esas dos cosas pero ya lo había dicho. Además estaba sumamente molesto e indignando y la imagen en mi mente de la ojiazul confesándose con este cabrón me hacía rabiar.
“Te voy a proponer algo” – dijo en un tono calmado pero firme. “Nadie se va a volver a meter contigo. Nadie te obligará a confesarte o a que comulgues. Entiendo que tú tienes otras cosas en tu cabeza y en tu corazón y que a veces la presión es contraproducente. Cada quien debe encontrar su camino. “
¡Wow! No cabía en el asombro. Al fin alguien se ponía empático respecto a mi sentir para con la iglesia. – “Sólo te pediré dos cosas a cambio” – Se dirigió a mi mientras escribía algo con una Mont Blanc en un papel como el de los antiguos escribas.
“Tienes que asistir a las misas que se ofician una vez al mes.” – Ok, la verdad es que me gustan porque tengo oportunidad de poner en duda los sermones y de bromear en los cantos. No tengo ningún problema con ello.
“Y no te volverás a apuntar para ir a comer quesadillas a la cafetería so pretexto que te vas a confesar.” – Noooooo eso sí me dolía. El departir con mis amigos y sentirnos unos “chingones” por burlar al sistema sí me pegaba un poco, pero tampoco era imposible. Ok no es tan alto el precio si por fin me dejarán en paz. Porque también ya me habían invitado a conocerla RUP (Retiro Universitario Panamericano) lugar de residencia de los Numerarios e iniciados en el Opus Dei. Un lugar opulento donde no me cabía en la cabeza el cómo vivían con sus votos de humildad viviendo en semejante lujo.
“Y por último, no volverás a mencionar lo que sucedió con el sacerdote. Esa forma de expresarte está cargada de emociones y sin que sea tu intención, puedes lastimar a personas que no tienen la culpa de que tú no creas en la iglesia ni en Dios” – hmm fue un buen coco wash, me había desahogado. De la indignación pasé a alivio y luego a alegría al saber que nadie se iba a meter conmigo por el resto del año escolar… se me resbaló esa última petición y no le día la importancia que debía. Salí de su oficina sintiéndome un triunfador. Habia ganado la batalla y sólo restaba disculparme con Damián… pero no viene al caso porque él no tuvo que ver con que aborrezca la religión católica.
Gracias a la música que escuché me acerqué un poco al folk noruego cuna del Black Metal. Como hicieron en todo el mundo, los católicos evangelizaron (arrasaron) con toda creencia que se opusiera a ellos y que representara un punto sensible donde no pudieran ejercer su control. Noruega fue el primer país donde hubo acciones directas de protesta y odio contra los cristianos. Varg Vikernes fue culpado de la quema (Arson) de, al menos, 4 iglesias históricas. Al leer respecto a sus razones, me pareció que eso debió de pasar hace mucho tiempo atrás cuando los evangelistas destruyeron culturas enteras. En nuestros días ya está de más, el mundo entero está contaminado.
Actualmente se saben los casos de pederastia de sacerdotes católicos / cristianos en todo el mundo. El mismo papa Juan Pablo II con todo y su cara de bonachón contaba con un fondo millonario para atender los casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes. Pero el fondo servía para callar a las familias y contener el escándalo. Marcial Maciel, fundador de los legionarios de Cristo y a quién miles de personas defendían resultó ser el peor monstruo que públicamente haya sido descubierto por estas actividades.
La iglesia sigue muchísimas necedades y anacronismos: la prohibición al uso del condón, la cerrazón respecto a la sexualidad humana, los estúpidos e hipócritas sacramentos que sólo sirven para hinchar las arcas de las iglesias, la grosera opulencia del estado Vaticano, el control del pueblo mexicano a través de la imagen de la virgen, las falsas promesas al hacer uso de las indulgencias y confesiones, los pésimos oradores que resultan ser los sacerdotes al dar su sermón y un largo etcétera.
Las religiones, en su mayoría, constituyen un cáncer que va comiéndose a la sociedad. Estupidizan al ser humano y le permite atribuir a poderes divinos su gracia o desgracia. La peor de todas, en mi opinión, es la iglesia católica. Es el mayor fraude de toda la humanidad y es triste pensar que hay gente que aún no está lista para cuestionarse y darse la oportunidad de tener el beneficio de la duda. Es curioso que las naciones más devotas, los pueblos con mayor «tradición» guadalupana o católica, sean los más jodidos… por algo será.
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