Ya voy para cuatro meses de estar yendo constantemente al gimnasio. Efectivamente me siento más fuerte, tengo mejor condición y todo lo que ya había escrito en Historias de gimnasio S03-1. Sin embargo, he bajado ligeramente de medida de cintura, pierna y demás. Leyendo otro blog acerca de una corredora de nombre Araiz, me doy cuenta que, aunque el ejercicio ayuda mucho, es sólo una parte de todo el proceso de bienestar y salud. Lo que necesito también es llevar una dieta o más bien, cuidar lo que como. Le he dicho adiós ya a refrescos, postres, cerveza y bebidas alcohólicas en general. No para siempre porque, en el caso de las bebidas alcohólicas, tengo gusto por el vino, whiskey y ron. La cerveza, gracias a una dermatitis quedó a un lado hasta nuevo aviso 😦 a ver qué tal me va.
Referente al tema de esta entrada: «conversaciones de vestidores» voy a explayarme.
Obviamente desconozco las conversaciones en los vestidores de mujeres, en los de hombres creo que son muy estándar en cualquier vestidor de centros deportivos. Los he escuchado varias veces y a veces me espero un poco para disfrutar lo que dicen y para comprobar lo constante que estas conversaciones pueden ser.
El Saludo
Este generalmente es el trillado «¿Ya estuvo?» o simplemente un «¿Ya?»
¿Pues que no es evidente? Si estás todo sudado jadeando y estás en el vestidor con tu maleta generalmente ya terminaste. A menos que hayas entrado a ver tu teléfono o a pasar al baño porque los de afuera están llenos. Si no estás sudado y estás hasta peinadito, pues no, no estuvo y es obvio que está llegando el sujeto al que es dirigido el saludo.
Otros son «¡Qué milagro!«, «¡Ya era hora cabrón!«, «¿Qué te pico?»
Estos saludos emanan de esas entidades que porque van varias veces a la semana – sea a hacer ejercicio o hacerse tontos socializando y no haciendo ejercicio – creen que todos los que van menos veces, necesitan ser objeto del burlón saludo. Da risa el ver que el saludo lo contestan, casi siempre, de manera emocional defendiendo su posición de por qué no han ido tantas veces como la entidad que les pica el amor propio.
Otros que vale la pena mencionar es: el saludo que quieras seguido de la palabra «Champ» o «Campeón»
¿Qué onda campeón?, Hey chaaaamp, Campeón ¿cómo estás?, ¿Qué? ¿Ya estuvo campeón?
¿Se sentirán todos entrenadores, o coaches o sólo están sacando su reprimida paternidad con sus compañeros de vestidor? Personalmente no me gusta cuando me salen con esos sustantivos que les dan una impresión de falsa seguridad a quienes lo dicen… viejo, amigo, compadre, padrino, brother, champ, campeón… a menos que venga de un niño, amigo, compadre, ahijado, hermano o muy buen amigo respectivamente. Pero me da risa cuando llega alguien y saluda refiriéndose a su «campeón» Como si el gimnasio fuera el lugar donde pueden usarlo sin verse mal. 😉
El tema de conversación
Este podría ser muy variado, pero los temas predominantes son:
El fútbol ya sea el partido que acaba de ocurrir, el que va a ser o en su defecto, cuando los protagonistas de la conversación juegan en algún equipo. La conversación o va dirigida a ridiculizar al equipo que pierde o que a la siguiente le van a ganar al equipo que gana.
«¡No mames güey! que madriza le pusimos al otro equipo» y pusimos en negrita porque la gente platica como si ellos hubieran estado en la cancha partiéndose la crisma jugando.
«¿Cómo viste el pavitos, felinos? El arbitraje fue una porquería.» Curiosamente casi nunca escucho que alguien habla calmo al referirse al fútbol. Sólo perciben injusticias cuando pierden y cuando ganan arrasan con el equipo perdedor en perfecta lid y sin injusticia alguna.
Las mujeres y la pachanga este tema es el clásico de los machos que se quieren sentir más machos; hablando en pelotas frente a sus interlocutores, presumiendo las «viejas» que conocieron y lo pedos que estaban. La conversación tiene un lado activo y otro pasivo. El activo es el que está contando cómo le fue en la pachanga. El pasivo es el que lo escucha y trata, en vano, de ponerse «al nivel» del activo.
– «… Ah sí, yo también he ido.» – «No güey, pero hubieras visto qué viejas y la más buena me estaba sonriendo. Generalmente está equis, pero esta vez estuvo de lujo cabrón.»
– «… a mí también me toco una vez que…» – «Cabrón! pero esta vez nos fuimos de ahí pedísimos y a su casa directito. O sea estuvo de huevos cabrón.»
… y así sigue la conversación… siempre el güey que no fue se perdió de la pachanga de su vida y el que sí fue tuvo la mejor de las suertes.
También salen a la conversación las mujeres que comparten piso mientras estas entidades se ejercitan.
«¿Viste quién estaba ahí? – «Sí la morena que se la pasa una hora corriendo como si la persiguiera un burro en brama. No mames cada vez está más buena.» – «Lástima que yo estaba terminando mi rutina; ahora que me la vuelva a encontrar la voy a abordar.»
El vestidor es el mejor lugar para desahogar las frustraciones sobre mujeres o para presumir las conquistas, sean o no reales 😛
El trabajo que algunas veces suena como que la persona que habla fuera un magnate. Pocas veces escucho conversaciones normales de trabajo. En el gimnasio hay que sacar el estrés provocado por el trabajo. Y en los vestidores, hay que desahogar lo mucho que costó ganar esos miles de pesos.
«… ya ves ese pedido que estábamos esperando. Fue un problema las aduanas y el transporte, pero vale la pena. ¿Sabes cuánto vamos a sacar de ahí?» – «No sé. ¿Cuánto?» – «Pues unos 700 varos. Ya sabes cómo es el business pero es buena lana a pesar de tanto problema.»
Es curioso se quejan al principio de la conversación y al final justifican todo por las inmensas utilidades que les traerá el negocio.
Otros. Por supuesto que hay otros temas de conversación, pero es costumbre el escuchar uno de esos tres temas después del clásico «¿Ya estuvo?»
Sería curioso poder entrar a un vestidor de mujeres. No sólo para escuchar las conversaciones que se dan ahí, sino también, para echar un vistazo a los cuerpos 😉
Abur.